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Para habar de la trama de Healer desde una perspectiva cronológica primero tendríamos que remontarnos a las frías noches de otoño de 1980, cuando un grupo de cinco jóvenes, ingenuos e idealistas, se paseaban por las calles de Seúl a bordo de un camión en cuyas entrañas se albergaba el equipo necesario para sostener una emisión de radio pirata dedicada a lanzar consignas y acusaciones contra las limitadas libertades que imperaba durante aquellos primeros meses de la dictadura. No mucho tiempo antes la sangre de estudiantes, obreros y civiles tiñeron de sangre el sudoeste del país asiático cuando la masacre de Gwangju demostró de lo que era capaz el despótico gobierno que Chun Doo-hwan instauró con puño de hierro después del golpe de estado donde se autoproclamó presidente de la república. Es en este panorama desolador donde surge la idea de expresar sus opiniones por medio de trasmisiones errantes, e incluso llegaron a publicar el primer número de una revista llamada Healer 힐러 para “sanar los problemas de la sociedad” que ellos mismos se encargaban de trasmitir, argumentando que ésta era la esencia misma del periodismo.
Kim Moon Shik fue el joven que más progresó dentro de este grupo de amigos, pero también fue el que más se alejó de los ideales que enarbolaban. Siendo un chico introvertido, más que participante de la radio pirata, era sólo oyente. Sus habilidades en el volante le permitieron ser el chófer oficial del ruidoso camión que les servía como cabina mientras eran perseguidos por la policía metropolitana a lo largo de las estrechas calles de la ciudad. Huérfano en aquellos años, quedó a cargo de su hermano pequeño Kim Moon Ho y heredó de su padre un viejo negocio de autos chatarra que servía como guarida vespertina para él y sus novatos compañeros. Con el paso de los años se convirtió en un importante empresario que subió tan rápido de escaños hasta alcanzar la presidencia de la cadena de noticias Jail, convirtiéndose también el personaje más complejo de toda la serie.
Choi Myung Hee era la única chica de los cinco. Alegre, servicial y bonita, Kim Moon Shik la llegó a amar en secreto, pero la joven ya había establecido una sólida unión con el colega de ambos Oh Gil Ahn, un muchacho jovial y cariñoso, con quien años después, ya dedicados al periodismo de manera profesional, contraerían matrimonio y se convertirían en los padres de una niña a la que llamaron Oh Ji An. Apenas un mes antes que ella había nacido Seo Jung Hoo el hijo de Seo Junk Suk, otro chico del grupo y el amigo más cercano de Oh Gil Ahn, con quien formó un dúo periodístico de renombre. El más castigado del equipo fue Ki Joong Jae, un chico rebelde, hiperactivo y bromista que retaba a confundir a los policías en aquellas memorables persecuciones en los tiempos del totalitarismo. Fue encarcelado por sus principios y condenado a 11 años de prisión bajo argumentos ridículos y refutables.
Las cosas se tornaron horribles en enero de 1992, cuando Oh Gil Ahn como reportero y Seo Jung Suk como fotógrafo, emprendieron una misión para destapar un importante caso de corrupción que involucraba a una constructora y a una misteriosa sociedad llamada Los Agricultores, conformado por hombre poderosos inmersos en los negocios y la política que se creían con el derecho de manipular su entorno a base de sobornos para el beneficio propio sin pensar en las consecuencias que tales actos podían infringir a la sociedad. El castigo por mirar donde no debían fue desastroso, pero la versión oficial de esos hechos fue más perversa todavía y perduró con el paso de los años: supuestamente Seo Junk Suk asesinó a Oh Gil Ahn durante una riña, de la cual fue testigo ocular Kim Moon Shik. Sin saber qué hacer y carcomido por la culpa Junk Suk se suicidó al poco tiempo de la muerte de su compañero. Mientras, la joven madre Choi Myung Hee y su hija sufrieron un misterioso suceso que acabó con la vida de la pequeña y dejó parapléjica a Myung Hee.
Tuvieron que pasar veinte años —y que alguien viniera a limpiar el polvo que había caído sobre el caso— para que los pedazos de aquellos extraños sucesos llegaran a las personas correctas y fueran cuestionados sin reparo.
He idealizado a Kim Moon Ho desde la primera vez que apareció en pantalla por salirse del guion y mantenerse fiel a los principios de su labor. Para ser un periodista de una cadena televisiva de renombre se supone que debe de saber que hay cosas que por apego al protocolo y a la visión general que la compañía debe mantener no se permiten hacer; pero no, el niño mimado de la empresa también conoce sus privilegios y el alcance que su imagen significa para la gente. Es extraño encontrar en estos días a un personaje que ejemplifique con honor la hazaña periodística en su estado más puro; ese que no se deje influenciar fácilmente por la pantomima mediática que rige nuestros días. El amor a la verdad debería ser un estandarte y superponerse a cualquier individuo que intente obstaculizarlo, Moon Ho lo sabe y defiende la realidad social aunque ello implique amonestaciones de parte de sus superiores. Esa necesidad intrínseca que tiene de poner todo en duda es una de sus mayores virtudes, pues al final es ésta peculiaridad lo que lo llevó a investigar el paradero de la pequeña Oh Ji An y destapar esa falsa porquería en la que su hermano volcó toda su existencia. Moon Ho es también la pieza central de la historia, la piedra angular de la que todo se desprende. Su participación es tan importante para la trama que por un momento pensé que los productores se cargarían al personaje a la primera oportunidad que tuvieran (aunque por suerte se antepuso el final cursi y perfecto contra el temible cliché televisivo de asesinarlo a balazos, o envenado). Además, algo que amé de manera absurda fue la relación tan desenfadada que mantenía con Kang Min Jae, la directora de noticias.
Ésta relación tan extraña como bonita habría resultado fabuloso que la hubieran explorado un poquito más para no dejarnos con el corazón en el cuello en esa última escena que no nos supo a nada, donde los dos compartían un café así muy a lo seco pero con miradas de viejos cómplices y sonrisas que les recordaron a otros tiempos. Porque Min Jae es de las pocas personas que le entiende. Quizá le exaspera un poquito su manía de pretender hacer todo a su manera y se convenza así misma de que el tipo está siendo cegado por la fama que le precede, pero muy en el fondo ella sabe que tal cosa no es verdad. Su disciplina como directora también le hace comprender que hay cosas que se escapan de sus manos, instantes en los que el periodismo sólo es una fachada en un set televisivo. Al final, los peces gordos son los que maniobran las cuerdas y hacen hablar a los títeres dictándoles tras bastidores qué cosas deben de decir y cuándo hacerlo. Moon Ho jamás pretendió caer tan bajo como su hermano, por eso resulta exquisito el gesto de repulsión que se le pintó en la mirada cuando los poderosos, escondidos en las tinieblas de sus propias ambiciones, le invitan a formar parte de la vida política de Seúl.
Kim Moon Shik tiene dos debilidades remarcadísimas desde el principio: su testarudo hermano menor y la mujer a la que más amó en la vida, Choi Myung Hee. Quizá, si el Anciano no le hubiera lavado la cabeza siendo muy jovencito, la inteligencia y la paciencia de este señorón habría conseguido mantener viva la llama de aquellos chicos de los 80’s que desde las trincheras radiofónicas le daban voz a los periodistas silenciados, esos que se revelaban de manera directa ante el agravio de la censura, a pesar de que él nunca fue una voz activa dentro de la misma. Moon Shik es un personaje por sí mismo complicadísimo, mi hermana y yo llegamos a debatir si era una víctima de las circunstancias o un ciego mental incapaz de percibir el dolor que con el paso del tiempo llegó a infligir en otros. Sin embargo, hubo ciertas ocasiones en las que su estoicismo se desmoronó a pedazos (al ver las visiones de sus antiguos camaradas, al ser abandonado por su esposa, al recordar a la niña que dejó perdida, etc), momentos como ese me llevan a pensar que muy en el fondo todo lo que hizo después de los eventos trágicos del 92 fueron guiados tanto por el miedo como por el amor que le profesaba a esas dos personas. Lo que vendría después sólo sería una plataforma para tener todo lo que soñó y todo lo que jamás podría haber imaginado: poder, renombre, reputación, dinero.
¡Chae Young Shin es una chica estupenda! Dejemos de lado su mediocridad en el ámbito periodístico y esa devoción casi religiosa que siente hacía Oriana Fallaci mientras trabaja para la prensa del corazón de un periódico en línea de quinta. La niña la ha pasado fatal en la vida pero aun así se las arregla para sacudirse aquellos recuerdos que le empañan su infancia, salir ahí afuera para sonreír todos los días y de paso cantar como si mañana no volviera a salir el sol. Es un gustazo también conocer sus debilidades, sus temores y sus dudas sencillamente porque eso la hace más humana a los ojos de los espectadores. Es una persona que siente el deber moral de proteger al débil cuando la situación lo amerita, aunque ella misma se esté hundiendo de miedo, y hay que reconocer que eso también tiene su épica. Además, la relación que mantiene con su padre adoptivo y sus tíos-ex convictos-criminales es muy chula.
Seo Jung Hoo es todo lo contrario a Young Shin. Si ella creció con la idea de que sus padres biológicos la botaron cuando sólo tenía seis años, Jung Hoo tuvo que lidiar con la noticia de saber que su papá se había suicidado más o menos cuando tenía la misma edad. Un día fue abandonado por su dolida madre y al poco tiempo su abuela murió. La pasó fatal en la escuela y terminó encerrado en un reclusorio juvenil donde después de salir fue acogido casi por la fuerza por un antiguo camarada de su padre Ki Joong Jae (¡personaje inolvidable!), quien lo entrenó en defensa personal y en otras áreas que posiblemente rayaban la ilegalidad en el país sólo para ¿adivinen qué? Abandonarlo un día, tal y como lo hicieron los demás. A los veinte años se convirtió en Healer, el mensajero nocturno más reputado dentro del negocio.
Un punto a favor es el hecho de no haber convertido la relación de Kim Moon Ho, Chae Young Shin y Seo Jung Hoo, en un paupérrimo triángulo amoroso. Eso sí me hubiera hecho rechinar los diente y patalear de rabia. Por suerte mantuvieron a la pareja muy apartada del periodista, que dicho sea de paso fungía muy bien como hermano mayor desde que eran pequeñitos, lo que le daba un gesto de simpatía cada vez que aparecía con ellos, procurando su bienestar e imponiendo un límite infranqueable al primero que intentara ponerles un dedo encima. Sobra decir la fabulosa mancuerna que formaron los tres con la misma jefa de Healer, Jo Min Ja, cuando sus verdaderas identidades ya habían sido reveladas. Min Ja se lleva el protagónico cuando aparece en pantalla. Sí, quizá iba por la vida haciendo los clichés más trillados de los hackers de la ficción, pero el hecho de que siempre tuviera un sushi en una mano y en la otra un estambre para bordar le añade los quince mil puntos de originalidad que ya quisiera gozar actualmente cualquier pirata cibernético retratado en la televisión.
Al final, todos terminan importándote; los del pasado y los del presente. Como mencioné antes, me hubiera gustado una clausura más cerrada, donde se supiera a ciencia cierta qué pasó con el Anciano y Los Agricultores; quizá una pista de cuál es el futuro de personajes tan entrañables como la misma Min Ja o Dae Yong, la ayudante de Healer que tenía un potencial tremendo a pesar de su juventud y lo infravalorada que sentía la pobre sabiendo que era capaz de muchísimo más. Quiero creer que Myung Hee será muy feliz ahora que conoce el paradero de su hija y sus ataques epilépticos no volverán más. Le deseo un final bonito a Dong Won, el policía cibernetico que soñaba con cazar a Healer que, por muy insufrible que se tornaba a veces, merece un futuro donde se le dé reconocimiento que se merece y no cargue con culpas tan fuertes como las que aun persiguen a Min Ja. Todo el equipo de Someday News también debería de llegar lejos, quizá se convierta en una sección noticiera fresca y veraz cuya perseverancia les consiga un buen status entre los noticieros del país y sus colegas periodistas. Se merecen una reputación así después de toda la explotación laboral que vivieron por parte de Moon Ho.
Kim Moon Shik fue el joven que más progresó dentro de este grupo de amigos, pero también fue el que más se alejó de los ideales que enarbolaban. Siendo un chico introvertido, más que participante de la radio pirata, era sólo oyente. Sus habilidades en el volante le permitieron ser el chófer oficial del ruidoso camión que les servía como cabina mientras eran perseguidos por la policía metropolitana a lo largo de las estrechas calles de la ciudad. Huérfano en aquellos años, quedó a cargo de su hermano pequeño Kim Moon Ho y heredó de su padre un viejo negocio de autos chatarra que servía como guarida vespertina para él y sus novatos compañeros. Con el paso de los años se convirtió en un importante empresario que subió tan rápido de escaños hasta alcanzar la presidencia de la cadena de noticias Jail, convirtiéndose también el personaje más complejo de toda la serie.
Choi Myung Hee era la única chica de los cinco. Alegre, servicial y bonita, Kim Moon Shik la llegó a amar en secreto, pero la joven ya había establecido una sólida unión con el colega de ambos Oh Gil Ahn, un muchacho jovial y cariñoso, con quien años después, ya dedicados al periodismo de manera profesional, contraerían matrimonio y se convertirían en los padres de una niña a la que llamaron Oh Ji An. Apenas un mes antes que ella había nacido Seo Jung Hoo el hijo de Seo Junk Suk, otro chico del grupo y el amigo más cercano de Oh Gil Ahn, con quien formó un dúo periodístico de renombre. El más castigado del equipo fue Ki Joong Jae, un chico rebelde, hiperactivo y bromista que retaba a confundir a los policías en aquellas memorables persecuciones en los tiempos del totalitarismo. Fue encarcelado por sus principios y condenado a 11 años de prisión bajo argumentos ridículos y refutables.
Las cosas se tornaron horribles en enero de 1992, cuando Oh Gil Ahn como reportero y Seo Jung Suk como fotógrafo, emprendieron una misión para destapar un importante caso de corrupción que involucraba a una constructora y a una misteriosa sociedad llamada Los Agricultores, conformado por hombre poderosos inmersos en los negocios y la política que se creían con el derecho de manipular su entorno a base de sobornos para el beneficio propio sin pensar en las consecuencias que tales actos podían infringir a la sociedad. El castigo por mirar donde no debían fue desastroso, pero la versión oficial de esos hechos fue más perversa todavía y perduró con el paso de los años: supuestamente Seo Junk Suk asesinó a Oh Gil Ahn durante una riña, de la cual fue testigo ocular Kim Moon Shik. Sin saber qué hacer y carcomido por la culpa Junk Suk se suicidó al poco tiempo de la muerte de su compañero. Mientras, la joven madre Choi Myung Hee y su hija sufrieron un misterioso suceso que acabó con la vida de la pequeña y dejó parapléjica a Myung Hee.
Tuvieron que pasar veinte años —y que alguien viniera a limpiar el polvo que había caído sobre el caso— para que los pedazos de aquellos extraños sucesos llegaran a las personas correctas y fueran cuestionados sin reparo.
He idealizado a Kim Moon Ho desde la primera vez que apareció en pantalla por salirse del guion y mantenerse fiel a los principios de su labor. Para ser un periodista de una cadena televisiva de renombre se supone que debe de saber que hay cosas que por apego al protocolo y a la visión general que la compañía debe mantener no se permiten hacer; pero no, el niño mimado de la empresa también conoce sus privilegios y el alcance que su imagen significa para la gente. Es extraño encontrar en estos días a un personaje que ejemplifique con honor la hazaña periodística en su estado más puro; ese que no se deje influenciar fácilmente por la pantomima mediática que rige nuestros días. El amor a la verdad debería ser un estandarte y superponerse a cualquier individuo que intente obstaculizarlo, Moon Ho lo sabe y defiende la realidad social aunque ello implique amonestaciones de parte de sus superiores. Esa necesidad intrínseca que tiene de poner todo en duda es una de sus mayores virtudes, pues al final es ésta peculiaridad lo que lo llevó a investigar el paradero de la pequeña Oh Ji An y destapar esa falsa porquería en la que su hermano volcó toda su existencia. Moon Ho es también la pieza central de la historia, la piedra angular de la que todo se desprende. Su participación es tan importante para la trama que por un momento pensé que los productores se cargarían al personaje a la primera oportunidad que tuvieran (aunque por suerte se antepuso el final cursi y perfecto contra el temible cliché televisivo de asesinarlo a balazos, o envenado). Además, algo que amé de manera absurda fue la relación tan desenfadada que mantenía con Kang Min Jae, la directora de noticias.
Ésta relación tan extraña como bonita habría resultado fabuloso que la hubieran explorado un poquito más para no dejarnos con el corazón en el cuello en esa última escena que no nos supo a nada, donde los dos compartían un café así muy a lo seco pero con miradas de viejos cómplices y sonrisas que les recordaron a otros tiempos. Porque Min Jae es de las pocas personas que le entiende. Quizá le exaspera un poquito su manía de pretender hacer todo a su manera y se convenza así misma de que el tipo está siendo cegado por la fama que le precede, pero muy en el fondo ella sabe que tal cosa no es verdad. Su disciplina como directora también le hace comprender que hay cosas que se escapan de sus manos, instantes en los que el periodismo sólo es una fachada en un set televisivo. Al final, los peces gordos son los que maniobran las cuerdas y hacen hablar a los títeres dictándoles tras bastidores qué cosas deben de decir y cuándo hacerlo. Moon Ho jamás pretendió caer tan bajo como su hermano, por eso resulta exquisito el gesto de repulsión que se le pintó en la mirada cuando los poderosos, escondidos en las tinieblas de sus propias ambiciones, le invitan a formar parte de la vida política de Seúl.
Kim Moon Shik tiene dos debilidades remarcadísimas desde el principio: su testarudo hermano menor y la mujer a la que más amó en la vida, Choi Myung Hee. Quizá, si el Anciano no le hubiera lavado la cabeza siendo muy jovencito, la inteligencia y la paciencia de este señorón habría conseguido mantener viva la llama de aquellos chicos de los 80’s que desde las trincheras radiofónicas le daban voz a los periodistas silenciados, esos que se revelaban de manera directa ante el agravio de la censura, a pesar de que él nunca fue una voz activa dentro de la misma. Moon Shik es un personaje por sí mismo complicadísimo, mi hermana y yo llegamos a debatir si era una víctima de las circunstancias o un ciego mental incapaz de percibir el dolor que con el paso del tiempo llegó a infligir en otros. Sin embargo, hubo ciertas ocasiones en las que su estoicismo se desmoronó a pedazos (al ver las visiones de sus antiguos camaradas, al ser abandonado por su esposa, al recordar a la niña que dejó perdida, etc), momentos como ese me llevan a pensar que muy en el fondo todo lo que hizo después de los eventos trágicos del 92 fueron guiados tanto por el miedo como por el amor que le profesaba a esas dos personas. Lo que vendría después sólo sería una plataforma para tener todo lo que soñó y todo lo que jamás podría haber imaginado: poder, renombre, reputación, dinero.
¡Chae Young Shin es una chica estupenda! Dejemos de lado su mediocridad en el ámbito periodístico y esa devoción casi religiosa que siente hacía Oriana Fallaci mientras trabaja para la prensa del corazón de un periódico en línea de quinta. La niña la ha pasado fatal en la vida pero aun así se las arregla para sacudirse aquellos recuerdos que le empañan su infancia, salir ahí afuera para sonreír todos los días y de paso cantar como si mañana no volviera a salir el sol. Es un gustazo también conocer sus debilidades, sus temores y sus dudas sencillamente porque eso la hace más humana a los ojos de los espectadores. Es una persona que siente el deber moral de proteger al débil cuando la situación lo amerita, aunque ella misma se esté hundiendo de miedo, y hay que reconocer que eso también tiene su épica. Además, la relación que mantiene con su padre adoptivo y sus tíos-ex convictos-criminales es muy chula.
Seo Jung Hoo es todo lo contrario a Young Shin. Si ella creció con la idea de que sus padres biológicos la botaron cuando sólo tenía seis años, Jung Hoo tuvo que lidiar con la noticia de saber que su papá se había suicidado más o menos cuando tenía la misma edad. Un día fue abandonado por su dolida madre y al poco tiempo su abuela murió. La pasó fatal en la escuela y terminó encerrado en un reclusorio juvenil donde después de salir fue acogido casi por la fuerza por un antiguo camarada de su padre Ki Joong Jae (¡personaje inolvidable!), quien lo entrenó en defensa personal y en otras áreas que posiblemente rayaban la ilegalidad en el país sólo para ¿adivinen qué? Abandonarlo un día, tal y como lo hicieron los demás. A los veinte años se convirtió en Healer, el mensajero nocturno más reputado dentro del negocio.
Un punto a favor es el hecho de no haber convertido la relación de Kim Moon Ho, Chae Young Shin y Seo Jung Hoo, en un paupérrimo triángulo amoroso. Eso sí me hubiera hecho rechinar los diente y patalear de rabia. Por suerte mantuvieron a la pareja muy apartada del periodista, que dicho sea de paso fungía muy bien como hermano mayor desde que eran pequeñitos, lo que le daba un gesto de simpatía cada vez que aparecía con ellos, procurando su bienestar e imponiendo un límite infranqueable al primero que intentara ponerles un dedo encima. Sobra decir la fabulosa mancuerna que formaron los tres con la misma jefa de Healer, Jo Min Ja, cuando sus verdaderas identidades ya habían sido reveladas. Min Ja se lleva el protagónico cuando aparece en pantalla. Sí, quizá iba por la vida haciendo los clichés más trillados de los hackers de la ficción, pero el hecho de que siempre tuviera un sushi en una mano y en la otra un estambre para bordar le añade los quince mil puntos de originalidad que ya quisiera gozar actualmente cualquier pirata cibernético retratado en la televisión.
Al final, todos terminan importándote; los del pasado y los del presente. Como mencioné antes, me hubiera gustado una clausura más cerrada, donde se supiera a ciencia cierta qué pasó con el Anciano y Los Agricultores; quizá una pista de cuál es el futuro de personajes tan entrañables como la misma Min Ja o Dae Yong, la ayudante de Healer que tenía un potencial tremendo a pesar de su juventud y lo infravalorada que sentía la pobre sabiendo que era capaz de muchísimo más. Quiero creer que Myung Hee será muy feliz ahora que conoce el paradero de su hija y sus ataques epilépticos no volverán más. Le deseo un final bonito a Dong Won, el policía cibernetico que soñaba con cazar a Healer que, por muy insufrible que se tornaba a veces, merece un futuro donde se le dé reconocimiento que se merece y no cargue con culpas tan fuertes como las que aun persiguen a Min Ja. Todo el equipo de Someday News también debería de llegar lejos, quizá se convierta en una sección noticiera fresca y veraz cuya perseverancia les consiga un buen status entre los noticieros del país y sus colegas periodistas. Se merecen una reputación así después de toda la explotación laboral que vivieron por parte de Moon Ho.
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